viernes, 25 de noviembre de 2016

Porque está el mundo, y luego está ella, que huele a libertad, poesía, café por la mañana y manifestación bajo lluvias torrenciales. Su nombre resume justicia e igualdad, y verla abrir los brazos para envolverte entre ellos era volar alto, muy alto.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Y me proclamé diosa jugando entre sus piernas, víbora, entrelazándome con ellas. Habíamos roto leyes físicas, su cuerpo aquella noche había humedecido en sudor, y yo había humedecido en mi misma. Me desvestí de miedos, encendí todas las luces, bailé hasta sentirme agotada para que más tarde me temblasen las piernas envueltas en su placer. Me arropó de besos después de una noche salvaje, -y qué noche- diez besos por clavícula, ocho por cada pezón, la yema de sus dedos recorriendo mis curvas, su mirada clavándose en mi alma. Todos mis intentos de frialdad se habían derretido ante él, y entre esas cuatro paredes descubrí el cielo, el gozo, y el sufrimiento. Aún puedo sentir sus labios recorriendo mi cuello, con sumo cuidado de no dejarse ningún centímetro sin relamer. Aquella noche, hicimos con los labios lo que nunca nos habíamos atrevido antes a hacer, y con las manos lo que aún no se ha inventado, como si la tinta corriese a través de ellas y hubiésemos escrito un testimonio de pasión en nuestros cuerpos desnudos, a sobra de algo más que ropa. Aquella noche no me dieron las buenas noches, obtuve una buena noche. Me sentí agua, vida, naturaleza en su estado más salvaje, me sentí zorra arañando con mis dientes sus labios, arañando con mis uñas su espalda, clavando mis caderas sobre las suyas, retorciéndome como un gusano. Estoy enamorada, lo estoy. Me proclamé suya aquella noche, se proclamó mío mientras deambulaba dentro de mi ser, y somos libres. Me levanta, como cada mañana, con un blues, el olor a café recién hecho y mis ganas de besar sus labios como despertador. Me apoyo en la puerta, lo observo, conoce mis horarios y antes de que yo diga nada está observándome con una leve sonrisa, el libro que leía está reposando sobre su regazo, y la sábana se despega por instinto de mi cuerpo, mis manos han empezado a temblar dejándola caer, y aquí estamos, otra vez, dándonos los buenos días.
 Imagen de: Tyson Mcadoo.