domingo, 12 de febrero de 2017

Porque sabes a eterno.


Nuestra relación está destinada a ser diferente: llámalo locura, utopía, deseo, pero la veo venir de lejos caminando entre todas las posibilidades y está vestida de tanta discordancia que la descubro al primer suspiro.
Y no la cambio.
Y no te cambio.
No nos cambio.
Y no tengo la más remota idea de cuándo naceremos, pero habitar en esta fina línea entre plantarte un beso y esconderte en el sonrojo es la más hermosa serendipia de todas mis conjugaciones en el tiempo.
Cuántas veces te habré buscado sin percatarme de que habías estado ahí a todo momento.
 Cuántas me habré equivocado escondiéndome en otras sábanas, protegiéndome en otros brazos, buscando en diferentes miradas, cuando la tuya estaba posada en este, mi insostenible caos, que ahora tiende a perder el equilibrio cuando te acercas, en el horrible intento de manejar las palabras correctas para controlar la eufórica sinfonía de latidos que vas desencadenando.
Y como me enseñó el maestro Poe aceptaré la locura de apostar las estaciones a quedarme en tu estación, y con esta decisión me declaro cuerda.
Apostarte, y apostarnos, porque merecer dejó de dar pena para valerte la alegría.
Me culparé de ceguera, o me nominaré de demencia, pero sé que viviremos en el círculo vicioso del primer día, en esa constante aceleración de los latidos, expansión de las pupilas, temblor y escalofríos, porque no puede desvanecerse con los años lo que tiene tanta historia, y aún menos si crea tanta vida;
no se reduce con los años lo que tiene nombre para todas las cosas, y hasta la oscuridad y el insomnio han optado por el plagio. 
Y mírame, yo que siempre ando temiendo el comienzo en la terrible idea de que el tiempo pueda decantarse a desgastar, y vienes tú con el sabor de todo lo que sabe a eterno, enamorando a todos mis demonios como si fueses infierno, y todos mis intentos de evitar pensarte se reducen a tormento.
Que desconozco los instantes, pero me entrego a nuestros momentos, y a la distinción que me asegura el comienzo.
Por la dulce tortura de hervir en deseo y no hablarte.
Por los mensajes de improvisto, desencajando el latir de los sentidos.
Por las miradas descompensadas.
Los suspiros que formulan tener dueño.
Lo contrapuesto de nuestras ideas.
El hecho de que la lluvia me recuerde a un abrazo. Por querer parar el tiempo.
Por tardarnos tanto.
La espera en un banco que clama tener nombre.
El Viernes, que ha añadido una razón más a ser mi favorito.
La espera en decirnos tanto.
Que todo nunca sea demasiado.
Porque todo lo que tarda vale la aflicción y lo que pidas. 
Porque eres tanto que nunca nadie todo.
Y porque contigo quiero aprender a quedarme, porque no cualquiera te gusta tanto como para relamer la vida en sus labios, llevarle la contraria, convertir en canción, pensar hasta que duela, debatir a cualquier hora, en cualquier momento y sobre cualquier cama, romper los esquemas y tachar una constitución. No, no con cualquiera, pero cual día en el momento que él quiera, sí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario