martes, 10 de enero de 2017

Nada, todo, nunca y para siempre.

Y estás ahí, como si nada, convirtiéndote en mi todo,
como siempre, cuando yo no soy nunca,
y juntos somos a veces. 
Con la mirada fija en alguna vida,
los auriculares protegiéndote del mundo
y el lápiz entre tus dedos,
trazando letras en un papel que como cada día acabará reciclado. 
Y me muerdo la lengua,
acunando en el labio inferior la dulce utopía de pertenecernos.
Y un día más te inhalo sabiendo que me costará exhalarte,
y trato de dispersarte, pero te conviertes en niebla,
y trato de evitar tu naturaleza salvaje,
los pájaros de tus manos,
el olor a vida y cafeína. 
Y me quedo aquí, como si nada,
convirtiéndome en mi todo,
en el terrible intento de convertir mi pecho en un lugar llamado hogar,
mis brazos queriéndose calificar de hoguera para incendiarte en invierno
y la lengua aún mordida,
a un impulso de decirte que eres el Caos más bonito que ha pasado por aquí,
y que te disfruto tanto proclamándote mío en mis pupilas
que no puedo evitar dejarte ir otro día más.
Y ya te has ido,
y de nuevo la atmósfera se ha llenado de ruido,
y el tiempo vuelve a materializarse en la cafetería,
y la última gota de café ha pegado un grito.


No hay comentarios:

Publicar un comentario