martes, 3 de enero de 2017

Pleno invierno.

Querido chico de un martes por la mañana, no te conozco, y tú no me has visto, estabas demasiado concentrado leyendo un libro que no alcancé a ver para poder citarlo en mi poesía, el frío te enfrió el café, y tu suspiró denotó que era algo con lo que solías lidiar. Intenté no fijarme en cómo acariciabas las páginas del libro al cambiar de hoja, ni en cómo tu vista a veces se apartaba para alternar entre observar el cielo, o la plaza. Sonreíste de repente, no sé qué captó tu atención, pero sonreíste con la clase de sonrisas que yo suelo definir como extinción, porque no había pantallas que nublasen la realidad, estabas tú y la atmósfera que te rodeaba, la sombra que jugaba a taparte, las bicicletas, de fondo un acordeón, algún coche lejano, las conversaciones, las personas yendo y viniendo, la vida cayendo del precipicio de tus ojos al café, salpicándome hasta el alma. Jugaste con la cuchara, tan solo un momento, lo suficiente para que los rayos de luz que contrastaban con tu anillo me dejasen por un momento ciega, pero no lo suficiente para impedirme darme cuenta de que contando hasta cinco desde abajo, tienes un botón desabrochado, dándole rienda suelta a la imaginación. 
El invierno hoy se ha puesto interesante, y me ha dejado verte. Terminaste levantándote, me hubiese gustado decirte que te quedaras, que aún faltaban detalles, porque todo podía esperarme de quien pide el café solo y sin azúcar. Pedirte perdón, si en algún momento tal vez te hubieses sentido observado, porque no habría podido evitarlo, y no me arrepiento. Y es que, desearía haberte dado las gracias, llevaba días sin escribir, una mala resaca de versos y reversos, y apareces un martes temprano, y sin conocerte terminas volviéndote en excusa de tinta. A fin de cuentas, después de todo esto, sólo has sido una preciosa casualidad de un martes en pleno invierno, y nunca nos conoceremos, y jamás te reconocerás si me leyeras, a pesar de que pudieses ser cualquiera, a pesar de que te pueda volver a encontrar, tal vez en otro rostro y con otras manías.
Lo que es seguro,
es que para la próxima,
nos invito a otro café.
Café solo, pero acompañados.


No hay comentarios:

Publicar un comentario