viernes, 27 de enero de 2017

Hubo un día en el que quise huir de las razones.


Es increíble cómo cambian algunas cosas, 
desde la sonrisa hasta la mirada, 
y de la mirada hasta la manera en la que calas. 
Qué fácil se me hizo dejarme llevar por este mal,
tan disfrazado de lo mejor,
que me precipitaría al te quiero,
y me derrumbaría en el verbo amar,
acogiéndolo como lugar de reposo, aquél en el que descansar.
Que cometería el delito perfecto en tus pupilas,
porque a pesar de quedarme clavada en ellas,
decidí esconderme en las pestañas,
y mi único auxilio ahora es saltar para hacerme más grande,
algo así como real.
Quién diría que acabando de llegar desearía apostar por irme,
que terminaría aborreciendo todo lo que creía poder amar.
 Qué ilusa,
pero quién me lo iba a decir,
que tu mirada dejaría de ponerme nerviosa,
que tus caricias dejarían de erizarme el vello,
que te pensaría mucho menos,
que yo, que odiaba la costumbre,
acabaría soltando palabras decoradas de ésta misma. 
Y a pesar de todo,
sigues siendo mi insomnio favorito,
estoy tan acumulada de cosas que quisiera decirte,
y de aquellas que no dije a tiempo
que hemos terminado robándome hasta el sueño.
A fin de cuentas,
no importa qué camino tomemos,
uno de los dos tendrá que partir.
Y déjame decirte que adoré tu forma de amarme.
 No sé si podría haber sido de otra manera,
me aterra saber que sí,
que no tuvimos la oportunidad de habernos probado,
de no verme aquí,
amenazando a palabra armada a todos mis sentimientos por ti para que se revelen. 
Y entiéndeme, te quiero,
pero no mereces que te quiera con dudas,
mereces a alguien que no invente disputas en nombre del amor,
mereces el café de otra mirada para decorar tu invierno,
o el cielo de otros ojos para convertirte en primavera.
Mereces a alguien que te llene de presencia,
porque sé cuánto adoras pasar tardes de domingo de libros, o poesía,
de caricias o alguna película,
y yo tengo adherida al alma la fragancia de la ausencia. 
Aunque tal vez sabíamos esto,
ya nos avisó Neruda aquella mañana
cuando entre el murmullo oímos decir: "Es tan corto el amor, y tan largo el olvido",
y como niños jugamos a decir que en nuestro caso sería lo contrario.
Ojalá la intensidad te haya calado la vida,
porque ya sabes que soy más de intensidad que de tiempo. 
Pero no vamos a engañarnos más,
terminaremos fingiendo que no pasó nada,
mirándonos de reojo,
aceptando la situación.
Al final, terminaremos olvidándonos,
 y empezaremos a cometer un nuevo error,
del que sabemos que saldremos de nuevo malheridos.
Te libero de mí,
de mi torpeza,
de mi poesía,
te libero de las canciones, porque están empezando a gritar,
te libero de tener que adaptarte a mi fantasía,
de inventar historias allí donde no las hay.
Te libero de los recuerdos que podrían haber sido,
e incluso te libero de los que fueron.
Te libero de mí.
Sólo te dejo una única carga;
que no olvides que, amarte a ti,
fue la más bella manera de destrucción.
Y perdóname, porque aunque nunca quise crear razones
hoy las veo en todos lados.

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