lunes, 19 de diciembre de 2016

Hay personas que nacen con estrella, pero hay otras de las que nadie habla por miedo. Las personas huracán, esas personas que entran en tu vida arrasando con todo, desnudándote de miedos para terminar llevándose hasta la ropa, y adherida a esta, el perfume, tu esencia. Nadie habla de las personas volcán, aquellas que arden a kilómetros, y antes de que puedas salir corriendo te han alcanzado con su magma, he tenido el honor de quedar petrificada ante una persona así, una persona volcán. No las aconsejo, te devoran, te acorralan, te matan de la forma más efímera y preciosa, y te despierta a la realidad en un latigazo de lava de esos que quedan grabados cual fuego en el alma. Tampoco hablan, y probablemente jamás hablarán de las personas tormenta, pues todo el mundo las teme antes de que lleguen, son personas comúnmente solitarias, tal vez te las encuentres escribiendo, soltando una sonrisa extinta, ese tipo de sonrisa que sabe a recuerdos, pues las personas tormenta siempre están recordando. Tal vez las encuentres en la parada del tren, en el autobús, o hablando sin parar de las cosas que desea hacer, de cuánto le gusta leer, o viajar, o de proyectos que quiere alcanzar y que nunca te parecerán tan comunes como dicta la sociedad. No sé si habrás oído ya hablar de este tipo de personas, o si conoces a una, para bien o para mal, nunca se escapa de este tipo de personas, pues cual tormenta, llega de repente, limpia las calles de tu alma, moja tus ropas, tus sentidos, crea charcos de amor para que te hundas en ellos, y te habla de sus sentimientos y tristezas de la manera más pura, como si hablar de amor, sexo y dolor fuese lo más natural. Ojalá no te pierdas nunca de una persona tormenta, y ojalá te pille protegido, porque lo peor de la tormenta es que si no te proteges cala hasta los huesos, pero te aseguro que es la mejor de las resacas.




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